NICOLAS GUTIERREZ MENDOZA "EL MONSTRUO DE PARCONA" (PERU)
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A dos
kilómetros de Ica se encuentra el poblado de Parcona, una zona sin
asfalto, pequeñas casas de eternit, con un aproximado de 200 pobladores.
En éste pueblo olvidado se concentró la maldad de un perverso que violó
y mató a trece indefensas niñas.
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Así nace la historia de Nicolás Gutiérrez Mendoza, más conocido como “El monstruo de Parcona”.
Fueron 13 sus víctimas confirmadas, todas ellas cumplían con un patrón
ser niñas menores de 9 años. Este caso fue uno de los más sonados de
Lima, se movilizó a la policía y guardianes de la localidad de Ica. Los
vejámenes de Gutiérrez Mendoza no sólo tuvieron como lugar al poblado de
Parcona, sino que también al distrito de Villa María del triunfo en
Lima.
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Corría el
mes de Noviembre de 1995 y por esas fechas el poblado ya había sufrido
la perdida de tres niñas, los policías de la zona hacían caso omiso a
las denuncias que las madres de las víctimas realizaban. Después de
encontrarse el segundo cadáver la situación cambio. Se había convertido
un efecto de miedo masificado. Las madres no dejaban ir a sus pequeñas
hijas al colegio, ya nadie tenía resguardo de que más tarde las menores
retornaran a casa. “Acompañaba a Teresa hasta la puerta del colegio y
apenas sonaba el timbre de salida todas las madres de familia estaban a
la espera de sus niñas”, comenta aún nerviosa Fabiola Quispe, pobladora del asentamiento José Gálvez, Villa María del Triunfo.
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Habían transcurrido cuatro meses y aún no se daba con el presunto violador. Jenny, una de sus víctimas de Nicolás, tenía tan sólo 9 años. Todas las tardes solía jugar en el puesto de ropa que tenía su madre en el mercado de Villa María del Triunfo. “No dejaba sólo a mi hija, temía que le pase lo mismo que a las otras niñas del barrio”, comenta entre sollozos Isabel, madre de Jenny.“Una tarde antes de ir a mi puesto en el mercado, deje encargada a Jenny donde mi madre. No bastó que en un descuido Jenny saliera a la calle a jugar, para que la desgracia la atrapara”.
Habían transcurrido cuatro meses y aún no se daba con el presunto violador. Jenny, una de sus víctimas de Nicolás, tenía tan sólo 9 años. Todas las tardes solía jugar en el puesto de ropa que tenía su madre en el mercado de Villa María del Triunfo. “No dejaba sólo a mi hija, temía que le pase lo mismo que a las otras niñas del barrio”, comenta entre sollozos Isabel, madre de Jenny.“Una tarde antes de ir a mi puesto en el mercado, deje encargada a Jenny donde mi madre. No bastó que en un descuido Jenny saliera a la calle a jugar, para que la desgracia la atrapara”.
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A
pesar de las súplicas de la madre a los policías por informarles que su
hija había desaparecido, ellos no le hicieron caso. Asumieron que la
pequeña se encontraba jugando con alguna de sus amiguitas. Agregando que
no contaban con movilidad disponible para la búsqueda.Vecinos de la
zona vieron a la niña caminar hacia el mercado de la mano de un
desconocido. No pasaron seis días para que el cadáver lo hallaran en una
chacra muy cercana del asentamiento.
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Las víctimas seguían en aumento, el panorama era cada vez más desalentador. No se sabía a ciencia cierta, si se trataba de un psicópata, un serial asesino o el producto de un fenómeno psi-cosocial. La amenaza seguía latente.
Las víctimas seguían en aumento, el panorama era cada vez más desalentador. No se sabía a ciencia cierta, si se trataba de un psicópata, un serial asesino o el producto de un fenómeno psi-cosocial. La amenaza seguía latente.
Pero la esperanza nunca se pierde y
es por eso, que a pesar de las desilusiones y búsquedas por encontrar al
monstruo de Parcona, su captura tenía que darse. Cuatro de septiembre
de 1996, al caer la tarde en el Fundo Buen día, ubicado entre Parcona y
Tinguiña, (Ica). Los hermanos Juan (28) y Carlos (25) Espino Castillo,
se encontraban finalizando su faena como agricultores.
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De
pronto observaron a un hombre de contextura delgada y desgarbada
acercarse al Fundo, llevaba consigo a una niña. La sostenía con fuerza y
se dirigía rumbo a una ruma de ladrillos, cerca de la hacienda. Los
hermanos Espino no lo pensaron dos veces, la ola de desapariciones y
muertes de menores, les hizo levantar sospechas y decidieron acercarse
al lugar. Sin hacer mayor ruido se aproximaron a lo que sería la puerta
de la casa, rodeada de desmonte y basural.
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Grande
sería su sorpresa al visualizar a la menuda niña tendida en el suelo,
semidesnuda y llorando. El violador se encontraba parado, dispuesto a
dar rienda suelta sus más bajas pasiones; sin embargo al verse
descubierto opto por salir corriendo, llevando consigo un puñal en la
mano derecha.
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A la
captura de Nicolás Gutiérrez se levantaron varias especulaciones con
respecto al caso, muchas veces Gutiérrez cambió de versión aduciendo:
“Seré un sátiro sexual pero no soy violador de niñas”. La inestabilidad
de Gutiérrez y desvariaciones, incitaron a los distintos medios de
comunicación a colgar titulares tales como: “Se hace el loco para no
pagar condena”.
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Motivos
por los cuales aún no se podía encarcelar al tan temido “monstruo de
Parcona”, no había pruebas suficientes que corroborarán de que él fuera
el asesino. La población Iqueña se encontraba indignada, la policía no
hacía nada por encontrar los cadáveres de las víctimas. Por ello, la
comunidad de Parcona tuvo que organizarse y comenzar la búsqueda. Fue
cerca del Fundo Buen Día, donde se hallaron las primeras víctimas. El
caso ya estaba esclareciéndose.
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Cansado
y confundido, lucía el día del juicio Nicolás Gutiérrez. Había
confesado, era conciente de su culpabilidad; sin embargo, eso no lo
hacía imputable de los asesinatos y violaciones. Modificó su versión
cuantas veces quiso. En cada declaración Gutiérrez traía algo nuevo “Fue
mi cuñado, quien me contó que el acto sexual con una criatura era
formidable”, manifestó con desparpajo.
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La
actuación histriónica del violador, hacía que él mismo se vea
acorralado, mentía con facilidad, pero la brusquedad de sus cambios,
fueron el factor delatador.
Las actitudes,
falta de remordimiento y comportamiento desinteresado de Nicolás,
manifestaban el prototipo de persona con disociación mental, en otras
palabras: psicópata.
Cumplía con todos los
cánones psicopatológicos, era uno de esos locos completos de remate. No
hay caso igual comparado con el del monstruo de Parcona, definido como
un loco a sueldo, de libre determinación. Tal vez confundido con el
cuadro de trastorno esquizoide, pero si de algo no cabe duda es que
presentaba todas las características de un psicópata en potencia.
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